martes, mayo 15, 2018

Asisto con frecuencia, a menudo de forma involuntaria, a discursos catastrofistas sobre el devenir de los tiempos. Cualquier tiempo pasado, según dicen, fue infinitamente mejor y el futuro adquiere un tono cada vez más oscuro. Recuerdan las bondades de su infancia o el esplendor de su juventud como si hubiera sido perfecta, rememorando con añoranza todo lo que ya no existe. Y en su espléndida argumentación consiguen que me sume a su certero diagnóstico. Tendemos a olvidar los errores del pasado y eso con frecuencia nos ayuda a seguir adelante. En la memoria, las luces ocultan siempre las sombras, sobre todo al compararlas con nuestra confusa realidad actual, la misma que mañana evocaremos con nostalgia, destacando sus inmensas virtudes, mientras nos aferramos a las ventajas irrenunciables que ofrece nuestro tiempo.

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