martes, febrero 20, 2018

Detesto esas obras reconstruidas en las que tan burdamente se notan los añadidos, como si pretendieran hacernos creer que allí no ha pasado nada, que todo lo que vemos es exactamente como fue y que el tiempo no puede dañarnos. Me resultan ridículas esas restauraciones profundas que nos muestran a los ojos algo irreal, una imagen ilusoria de lo que ya no existe, como si pudiéramos regresar indemnes al ayer y ser de nuevo aquello que fuimos. Prefiero admitir el pasado, reconocer los desmanes cometidos, avergonzarme de lo ocurrido aunque no fuera culpa mía, contemplar sereno los restos de la batalla y admirar la belleza desnuda de las ruinas.

No hay comentarios: